La literatura de finales del siglo XX se ha caracterizado por describir en el plano de la ficción la realidad insertada en mundos posibles. Mundos que se alternan o paralelizan para ampliar el hecho narrado. Y esta alternancia es la que describe ciertas condiciones de las sociedades al mismo tiempo que alinea la herencia literaria hispanoamericana.
La imagen minimalista y a su vez simbolista es la que explica el rumbo de la literatura de unos de los escritores mexicanos contemporáneos, Mario Bellatin quien instaura una modalidad estéticamente agresiva ante las realidades que circundan las relaciones humanas.
En Salón de Belleza (2000), vamos a observar las cualidades culturales actuales en cuanto a se refiere a circunstancias que se asimilan cada vez más a las sociedades. Esta patente realidad se instaura en un mundo posible en donde el espacio natural de los peces tiende a ser equivalente al contexto, con este paralelismo notamos la mutación que en esta novela se halla tanto en la historia del discurso como en sus personajes.
Es en Salón de Belleza donde además, vamos a conocer como el héroe mítico y el futuro progresista se desploman para dar paso a una realidad que deja de ser resplandeciente para ser cruelmente escéptica y autónoma en el texto. Representado en ella la falta de fe y la necesidad de muerte, conectado al estigma social del SIDA. Un salón de belleza, un moridero y las peceras se incorporan como espacios en donde la embestida no solo conduce el pensamiento del narrador autodiegetico que en encontramos en esta obra, sino también a la narración misma.
Encontramos pues tres historias que amalgaman la realidad que se circunscribe a la situación de los homosexuales, enfermos de SIDA, al narcotráfico y a la invalidez de las instituciones publica y religiosas, todas estas situaciones abrazan la desesperanza humana que sustenta a este libro. En este contexto se visualizan tres historias conductoras como son la del homosexual que espera la muerte, mientas cuida de otros de su misma condición; la inauguración del moridero y la atención a los peces. Tres relatos que revelan en lo relajado y sencillo del lenguaje la mediocridad ideal del ser en la negación de un futuro prodigioso ante la muerte.
La historia del travestí asume la soledad del hombre ante los hombres, la inconstancia física del ser y la desvigorizada necesidad de vivir. Y el no luchar ante la muerte se refleja en los peces que cuida el narrador autodiegetico. Sirven éstos como metáforas que contrastan con la realidad física de los enfermos, alegorizando a través de ellos la decadencia corporal de la enfermedad en el organismo. Enfermedad que no es nombrada en la obra y en la que el autor en las escenas ostenta diversas situaciones que aluden al SIDA, dejando claramente sus señales en la novela llevándonos por una narración de asimilación y lógica que nos facilita como lectores, la creación de un espacio donde nosotros otorgamos los sustantivos o no. La historia de los peces que sobreviven en los acuarios que adornan el salón de belleza o moridero, sobreponen una lícita táctica de narración que utiliza Bellatin para analizar desde la enfermedad hasta la variabilidad del ser de acuerdo a su condición social. Los peces son también el único instrumento de ayuda ante la convalecencia de los huéspedes como los llama el narrador, quienes ya en la etapa terminal de la enfermedad llegan a decorar con sus olores y la musicalidad de sus quejidos el moridero.
Los peces son pues el limite natural desde donde se ve la enfermedad y desde donde el narrador autodiegetico a través de sus cuidados va alternando las llagas de los enfermos con la manchas blancas de los peces, los olores entrañables de los humanos con el agua putrefacta de los acuarios, lo sensual de las carpas doradas con el deseo de persuadir como travestí. El moridero es el lugar en donde terminan los enfermos y es donde los recuerdo del pasado señalan un momento ilusorio y práctico de subsistencia, donde la gloria de lo que fue el salón de belleza residía en la popularidad de las manos de los peluqueros y la decoración ajustada y placentera que puntualizaban los acuarios. Este espacio se convierte en un moridero que funciona simbólicamente como el mundo decadente al que nos convertimos, condición dogmática de una realidad que sugerimos ante la imposibilidad de un futuro. Futuro que no enmarca a un final en la novela, porque existe una vaga subsistencia que no persigue un hecho trascendental en los personajes y acciones narradas y que infiere sólo un deseo próximo a la muerte.
La muerte adquiere varias dimensiones de espera que advierte la caída de Dios ante el hombre y que no permite desde ese juicio la reminiscencia del hombre ante el hombre, por ello se funda una constante negación del bien y del otro para conformar un designio inmensurable en la historia, llevando al espacio y a los huéspedes a una tortura nihilista que sobrelleva a la muerte. Por ello lo que lleva al peluquero a cuidar de los enfermos no es la necesidad de proceder a favor de la caridad sino la de notar en cada una de las victimas la caída del futuro y la llegada de la muerte como experiencia estética. Razón que lo motiva también al cuidado del acuario para notar las soluciones artísticas que no ofrendan vida y que preferentemente ocultan el dolor de la hermosura que deja de serlo en búsqueda de la muerte.
Hay una preocupación de cómo se llega al momento esperado de la muerte. Y es la belleza la que esconde el dolor y da paso a una ansiedad que pretende el fin, por ello encontramos al narrador preocupado por las llagas en su cara como por el destino del moridero cuando él perezca, llevándonos a conciliar el pasado con un futuro que fracasa ante la ausencia de lo próximo.
Finalmente denotar lo restrictivo que es en salón de belleza el acuario y el moridero como puntos periféricos nos permite conocer la negación al mundo y el paralelismo alegórico en la obra encerrando con ello un discurso en el que interviene la decadencia social que en los ultimo diez años se ha llegado ha transitar en algunos textos y escritores hispanoamericanos que muestran el nuevo pensamiento en donde las utopías son olvidadas y donde impera el placer de la belleza por el dolor. Por el dolor de una ritma loca que se desvaneció Bibliografía Bellatín, Mario. 2000.- Salón de Belleza. Tusquests Editores, Barcelona España. Eagleton, Terry 1998.- Una Introducción a la Teoría Literaria. Fondo de Cultura Económica Colombiana, Santa Fe. de Lima, Paolo: «Peces enclaustrados, cuerpos putrefactos y espacios simbólicos marginales en una novela latinoamericana de fin de siglo», en Ciberayllu.com